domingo, agosto 26, 2007

Y hablando de compañeros

Acá aparecen varios, el día en que presentaron la antología Primer Beso en la Feria del Libro 2007. En el centro, como debe ser, Graciela.

Con emoción

voy a "colgar" ahora algo que un amigo y compañero de taller ha tenido la amabilidad de dedicarme, más allá de que merezca o no sus palabras. ¡Gracias, Andrés! OLGA Olga está escribiendo, nadie hable; administra, recoge, talla y labra. Escribe porque sí, porque es su cable, o porque espera que al fin todo se abra. Busca algo que está en la superficie de su núcleo interior, de su carozo; de un laberinto se sale sin destrozo, aunque el hilo de Ariadna te acaricie. Andrés Sobico

lunes, agosto 20, 2007

Corderos

Solitarios corderos cotidianos, consumidos por absortas rebeldías en oscuridades de neón y calles ciegas; a pura pena recorren los atajos y así llegan al infierno prometido, al encuentro proverbial con los altares; no serán detenidos los verdugos por el árido vacío de sus ojos. Desde el trono secular de la miseria Herodes, sin pasión esta vez, los asesina.

Adecuaciones

A la luz la devoran por la espalda, y llevada a rastras y en jirones, ennegrece, se vuelve indiferente como un cadáver viejo. Pero una insiste, como los amaneceres y su terca costumbre del retorno, aunque sea difícil anclar en la palabra que descifre los fieros jeroglíficos, que huelle las huellas extraviadas... Si Caín aún vuelve en cada aurora a tomar el café con mediaslunas en el bar miserable de una esquina. Y centuriones clausuran las espaldas con sus rosas de lacre, y Caifás se arrodilla en los altares a florecer perdones y amnistías. Llueve a veces, con la estéril piedad de los sollozos... Dios no está en el ojo que se cierra es un pobre silbido acobardado. Sigo, con mis dolores sumergidos, queriendo entender, pero no entiendo. Y al final me visto la mirada de vidrio inalterable y salgo, a bastardear el alma en cada calle.

Mis hijos

Fotos grupales, una incluyendo a mi nuera Mariana. La otra, un poco anterior, sin yernos ni nueras a la vista.

domingo, agosto 19, 2007

Con este cuento

saqué una mención en el concurso organizado por el Ayuntamiento de Sallent, en España. Hace un tiempo recibí la antología donde figura junto a los demás premiados. Espero que a uds. también les guste... PARA IR A JUGAR... Vivir en una casa ruinosa por lo general deprime. Yo no soy la excepción, lo confieso. Sin embargo, no deja de tener sus ventajas o, mejor dicho, sus compensaciones. Por ejemplo, esas manchas de humedad, o los hongos que extienden sus negruras sobre la pared (que alguna vez fue blanca). No, no se me asombren. Todo es cuestión de tener imaginación. Eso salva. Porque una empieza a ver otras cosas allí donde cualquier hijo de vecino no vería más que decadencia o, peor aún, desidia. ¿Qué veo? A ver… Un día me encuentro, por ejemplo, con una pastora que se hace arrumacos con su pastor, igualito que en las Églogas de Garcilaso (¿eran de Garcilaso, no?). Al día siguiente, gracias a un crecimiento fungoso inesperado, el pastor se ha vuelto caballero, con yelmo y todo, y la pastora está embarazada (sucede en las mejores familias), o quizás se transformó en bruja… o ambas cosas a la vez. A veces veo astronautas, a veces demonios, a veces me encuentro con un jefe sioux y su tocado o una dama como la Pompadour. Cuando me agarra el insomnio, la luz del televisor anima dragones en el techo, o caras que me miran con silencioso reproche, las muy turras, en lugar de agradecer mi poco interés en esos productos de limpieza que, quizás, podrían erradicar sus bocas mudas, sus ojos enjuiciadores. Y que tal vez, como por arte de magia, convertirían esta pocilga en una de las brillantes imágenes hogareñas con las que la publicidad nos bombardea todo el santo día. ¿Cómo harán esas señoras para tenerlo todo tan resplandeciente y verse, al mismo tiempo, tan arregladitas, tan monas, tan delgadas... Y tan chochas de la vida, vamos, como si la salvación de su alma dependiese del brillo de los azulejos o los artefactos sanitarios. Pero ya me fui por las ramas. Les estaba diciendo que a mí ya no me molestan las manchas de los techos, ni las de las paredes. Al contrario. Porque desde hace unos días descubrí que, justo en la pared del fondo de la cocina, ahí mismo donde tan lindo sería tener una ventana, ha aparecido una gran mancha rectangular. Hasta a mi marido, que lo que se dice imaginativo mucho no es, le ha llamado la atención. Pero él no ve más que un rectángulo, y lo único le asombra es que los hongos adopten una forma tan simétrica, tan precisa, tan parejita. Yo, que quieren que les diga… yo, veo una puerta. Y atrás de ella, un parque. Con sol, árboles, un camino largo y verde. Lo único que todavía le falta a esa puerta es un picaporte o algo por el estilo. Ya me veo apoyando la mano en él, ya lo siento girar bajo mis palmas, ya imagino el momento en que la puerta, sin más resistencias, ceda y se abra para mí. Supongo que sólo será cuestión de tener un poco más de paciencia. Y sigo esperando, la boca muda, los ojos bajos, el momento en que pueda de una vez por todas, cruzarla.

Estos son Whisky, Honorine y Nikki, mis consentidos

viernes, agosto 17, 2007

Algo más sobre Los Niños del Mercosur

Parece que van a sacar mi cuento en una antología llamada El abrazo y otros cuentos... Por lo menos, es lo que me han dicho (y lo que he visto en el catálogo de la editorial Comunic-arte como de próxima publicación) ¡Qué bueno!

¡Cómo pasa el tiempo!

Acabo de darme cuenta de cuanto tiempo hacía que no me daba una vuelta por acá... Tanto, ¡que tuve que andar plumereando para sacar las telarañas virtuales! Espero acordarme de pasar más seguido... aunque sea para seguir monologando. De todos modos, esto es un poco como tirar una botella al mar, en una de esas algún día me sorprendo con una respuesta venida de quién sabe dónde. Mientras, trataré de mantener esto un poco más al día. Por las dudas. No sea que lleguen las visitas y encuentren los yuyos crecidos, bichos varios y polvo acumulado por todos los rincones. Ahora, con permiso, me voy a ver qué hago con esto hoy.