viernes, noviembre 30, 2007

UN ORGULLO ENORME

Es lo que siento, pues en los primeros días de diciembre saldrá a la venta la antología Grageas.Cuentos breves de todo el mundo, de la colección Desde la gente, donde no solo tengo la alegría de que figure un cuentito mío, sino también la de compartir espacio con muchísima gente talentosísima, varios de ellos objeto de mi admiración durante el tiempo en que solo era una lectora ávida y ni soñaba con algo como esto. Y como si eso fuera poco, la tapa (que reproduzco) ilustrada por un artista como Nine... ¿se habrá adelantado Navidad? Porque me parece que mi regalo... ya lo recibí.

domingo, noviembre 25, 2007

OSCURIDAD

La anciana ha velado toda la noche, rechazando la oscuridad –ladrona oscura, oscuro lobo, espanto oscuro -, toda esa negrura que empuja desde afuera, queriendo devorar puertas, techos, sueños, cuerpos dormidos. En el pueblo no saben, ni sabrán hasta que sea tarde, cuando ella ya no esté para cuidarles el sueño con su insomnio, cuando su ventana, ese ojo sin párpados, ese puñal de oro que aún mantiene a raya a la fiera, se apague. El sol, desganado, bostezando sobre despojos sombríos, llega a relevarla. Entonces, con un suspiro, ella apaga su lámpara y, finalmente, duerme.

domingo, noviembre 11, 2007

PALABRAS VUELAN

Yo tengo una palabra preferida, mía, secreta. No sé qué quiere decir, pero cuando la pienso la boca se me llena de verde, y me parece que oigo volar pájaros, y que un sol cobre, como una hoja de otoño, me acaricia los ojos. Pero cuando quiero soltarla no me dejan. Se ponen el dedo sobre los labios, o sacuden la cabeza de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, o dicen que no hay que perder el tiempo con tonterías, repitiendo palabras que no sirven para nada, palabras que no compran, ni venden, ni señalan. Palabras inútiles. Hay que ser prácticos, me dicen, y obedientes. Aprender que en el mundo no hay lugar para mis palabras, que ya hay demasiadas, dando vueltas por ahí. Nadie necesita que yo pronuncie ninguna. El silencio es salud, es oro, en boca cerrada no entran moscas, eso me dicen. Y algunas otras cosas por el estilo. Y hasta ayer yo bajaba la cabeza, obedecía, callaba. Me tragaba las letras una a una, como si fueran piedritas grises, semillas secretas... Porque soy muy chica. Porque temía a los dedos que silencian, a las cabezas que niegan, a las manos que no vacilarían en taparme la boca. Pero hoy amanecí distinta, no sé por qué. Y siento adentro algo así como unas cosquillas, un temblor de alas... Me miro en el espejo y tengo los ojos llenos de pintas verdes y doradas, y en la piel un brillo que me ilumina desde adentro. Algo quiere salir de mi boca, se apropia de mí con su propia prepotencia. Es rebelde, poderoso, invencible como el amanecer. Mis labios se abren y una luz acuática brota, se expande... Envuelta en ella, mi palabra se hamaca en el aire, abre las ventanas, se hace trino, nube, globo de colores. Sube, vibra, sueña, deshace el gris. Ignora las rejas, vuela. Me asomo y veo florecer dedos y rostros, las cabezas antes gachas se alzan, el sol está alegre como una campana. Y todas las bocas se abren, y todas, todas las palabras prisioneras vuelan, sueltas, leves, libres al fin

martes, noviembre 06, 2007

EL QUE CREA

Solo, en medio de la oscuridad y el silencio, está él. Sabe que existe, más no bajo qué forma; entre tanta negrura, no alcanza a imaginar siquiera donde empieza lo que no le pertenece. Como alguien dirá en otro tiempo, que ya se está gestando, "pienso, luego existo". Y él piensa. Es su único asidero en el vértigo de la ignorancia. Aunque el pensamiento aún sea, apenas, la sombra de una idea, una luciérnaga tímida que lucha, esparciendo su luz entre el caos y la nada. Él se aferra al rescoldo que tal vez lo salve, lo acuna; con su empeño le da fuerza, la idea resplandece, aparta las tinieblas. La luz irrumpe, incandescente, y por un momento, lo ciega. Pero en ella se reconoce, se asume, se delimita. El universo fluye de sus manos, ruedan soles y planetas, los árboles elevan sus arquitecturas de esperanza, una febril respiración lo envuelve todo. Tierras y mares se separan. Él juega. Se sueña poderoso. Inventa monstruos y los aniquila con la misma despreocupada alegría. Experimenta. Y acaso enloquece un poco. La soledad aún lo abruma. ¿Quién apreciará su obra? Sus criaturas innumerables pacen, despreocupadas, básicas; en su simpleza, no lo reconocen, no lo aman, no lo temen. Y él necesita todo eso. Sin un espejo, ¿cómo saber que existo?, se pregunta. ¿Cómo puede saber que no se imagina a sí mismo, que no es solo un patético engaño de su pensamiento? Una vez más, casi al borde del antiguo abismo del que ha salido, crea. Y en la adoración y el temor de los hombres, Él es.

NÉMESIS

Los hombres pensaron crear un monstruo para tenerlo a su servicio. Y así lo hicieron. Cuando desplegó sus alas llameantes se regocijaron, felicitándose por lo letal de su mordedura, lo mortal de su caricia. Luego, satisfechos, lo enjaularon. Nadie podría desafiarlos, ahora que tenían tanto poder a su servicio. Sin embargo, un día creyeron llegado el momento de usarlo. Porque allí estaban los enemigos, los insolentes, los peligrosos, los traidores. Otros hombres, en suma. Que también habían fabricado su propio monstruo. Otra fiera de alas ardientes y fauces abrasadoras. Entre gritos de amenaza y promesas de triunfo, ambas jaulas fueron abiertas. Los dragones parpadearon bajo el sol. Sus cuerpos brillaban con una luz siniestra y cegadora mientras salían, lentamente, de su encierro. Cuando abrieron las alas y alzaron vuelo, el corazón de los hombres diminutos se oscureció de súbito temor. Pero la arrogancia siguió hablándoles al oído, tranquilizándolos. Y aguardaron, con el aliento en suspenso, el resultado de la confrontación, cada bando seguro de su propio triunfo. Ajenos a todo, libres por fin, los monstruos se encontraron en lo alto, sobre las ciudades insignificantes, sobre el damero multicolor de los campos, bajo la espuma hirviente de las nubes. Y se descubrieron bellos, terribles, deslumbrantes. Las nubes ardieron, los campos amarillearon como hojas de otoño, las ciudades se volvieron de arena y humo, los hombres gritaron con una sola voz de espanto mientras eran borrados por vientos impiadosos. Los dragones, a su modo atroz, se amaron, olvidados de las criaturas que los habían engendrado, de la misión que les habían propuesto. En su duplicado abrazo de fuego toda vida fue aniquilada. Ahora, las cenizas del mundo les pertenecen. Juntos reinan, por siempre, sobre sus ruinas.

viernes, noviembre 02, 2007

HUMO

- Él te está fumando a vos -le decía yo siempre. Pero no me hacía caso, y seguía prendido al pucho, igual que si fuera la teta de la vieja cuando era un crío. De todos modos, yo tampoco me esperaba esto, pienso, mientras miro la sopa que se enfría, y en la que flota un poco de ceniza. Que no sé si es del cigarrillo o del hombre que se hizo humo frente a mis ojos. Imagen: J.Hebuterne (A. Modigliani)

CONVIVENCIA DIFÍCIL

He decidido no dejarme llevar más por la imaginación. Confieso que me cuesta un poco ignorar las cadenas que los fantasmas dejan en el paso, esquivar los monstruos agazapados en los rincones oscuros, no llevarle el apunte a los asesinos ocultos tras las puertas. Por suerte, los reptiles, desde que les hice un lugarcito en el freezer, están letargueando lo más panchos, y gracias al dragón, aunque cada dos por tres me chamusque las cortinas, ahorro bastante en calefacción. El problema más serio lo tengo con las cucarachas – de algún modo tengo que nombrarlas - pero, según mi vecina, eso le pasa a todos en el barrio desde que pusieron el frigorífico en la otra cuadra. Lo que no sé, y no me atrevo a preguntarlo, es si alguna de las que habita con ellos dice llamarse Gregorio Samsa y tener veleidades literarias.