lunes, septiembre 29, 2008

Despecho

No podían permitir semejante afrenta. Nunca un hombre, un insignificante y pretencioso hombre, se había negado a sus deseos. Siempre les había bastado abrir la boca para que ellos tuvieran en mente una sola cosa: entregárseles, gustosa y fatalmente. Sin excepciones. Hasta aquel día. Anticipando su triunfo, se regocijaron al verlo aproximarse. Pero... ¡qué amargura cuando se alejó, haciendo oídos sordos a sus reclamos! Tomaron buena nota de su aspecto, su rostro astuto les quedó grabado a fuego. Apelando a las antipatías que había sabido despertar en algunos dioses, supieron cuál sería su camino de regreso. Él, claro, no podía adivinar que lo interceptarían. Y esta vez no estaría atado. Esta vez sería incapaz de resistir su canto. Esta vez, ellas cambiarían la historia.

No hay comentarios.: