jueves, septiembre 11, 2008

Estatua de sal

Ya están a salvo. El hombre, flanqueado por sus hijas, camina pensando en los sucesos recientes. Lo ha perdido todo, pero al menos vive. No pueden decir lo mismo las ciudades pecadoras, convertidas en cenizas a sus espaldas. Un verdadero desastre. Solo una cosa buena ha salido de tamaña desgracia: librarse de la pesada de su mujer. Bien sabía él, tras haber convivido tantos años con ella, qué decirle para lograr su cometido. Y lo dijo. - Querida, ¡ni se te ocurra mirar para atrás, ¿eh?! Ella, siguiendo su habitual impulso de llevar la contra, lo hizo. (Imagen: Mujer, de René Magritte)

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