martes, noviembre 25, 2008

Alas nocturnas

Lo más difícil era volver a armarse después. Deslizarse dentro del cuerpo abandonado, recuperar el control de cada cuerda, de cada unión, reprimir el deseo feroz de huir para no volver más. Despertar, en suma. Las primeras horas eran las peores. Suponía que a los otros les pasaba lo mismo, de ahí los gestos agrios de cada mañana, el rictus en los labios, las contestaciones destempladas. Luego, el trajín del día hacía que el recuerdo de la libertad perdida retrocediera, hasta que llegaba el crepúsculo. Entonces, la promesa de la noche empezaba a aligerar el alma, y todos esperaban ansiosos el momento de entregarse nuevamente a los sueños y a los fugaces vuelos nocturnos.

2 comentarios:

Juan Yanes dijo...

Hola Olga: He visto que has dejados algunos mensajes en los cuentos míos que cuelga Sergio en Quimicament... y nunca te lo había agradecido. Gracias de verdad... intentaré escaparme es este seño tuyo por un rendija y echarme a volar. Un saludo afectuoso. JUAN

Anónimo dijo...

Pucha Olga, los fantasmas hippies tienen que circular por todo el mundo, creo que son los que más susto dan ahora. blanca