lunes, agosto 20, 2007

Adecuaciones

A la luz la devoran por la espalda, y llevada a rastras y en jirones, ennegrece, se vuelve indiferente como un cadáver viejo. Pero una insiste, como los amaneceres y su terca costumbre del retorno, aunque sea difícil anclar en la palabra que descifre los fieros jeroglíficos, que huelle las huellas extraviadas... Si Caín aún vuelve en cada aurora a tomar el café con mediaslunas en el bar miserable de una esquina. Y centuriones clausuran las espaldas con sus rosas de lacre, y Caifás se arrodilla en los altares a florecer perdones y amnistías. Llueve a veces, con la estéril piedad de los sollozos... Dios no está en el ojo que se cierra es un pobre silbido acobardado. Sigo, con mis dolores sumergidos, queriendo entender, pero no entiendo. Y al final me visto la mirada de vidrio inalterable y salgo, a bastardear el alma en cada calle.

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