miércoles, enero 28, 2009

Cactus

Metamorfosis El cactus le da forma de flor a sus mejores sueños. Efímeras Las flores deslumbrantes del cactus nacen de su alma sin espinas. Inermes, la realidad las marchita demasiado pronto.

Árboles

Deserción Para no caer sin ser notado, el árbol abandonó el bosque. Peligroso Cuando un hombre entra al bosque, todos los árboles se estremecen. Algún día Desde hace tiempo los árboles practican cómo escapar del hombre. Me pregunto si, cuando por fin logren moverse, no preferirán la venganza. Imperdonable Cuando cayó la sequoia, una memoria de siglos se desangró junto con ella. Fénix Solo en los bosques se sentía viva. Por eso pidió que tiraran sus cenizas en alguno de ellos. Boomerang Avanzan los leñadores, las hachas, las sierras. Y con cada tajo matan al futuro y se suicidan. Después del silencio ¿Qué pasará cuando el último pájaro cante su agonía sobre el postrer árbol de la tierra?

sábado, enero 10, 2009

Esperanzado

Me pregunto por qué me ha dejado de este modo abrupto. No había, que yo supiera, ningún problema entre nosotros. Solo ahora pienso que debí prestarle más atención, no dar todo por sentado. Quizás fue la costumbre de tenerla siempre cerca, a mano, lo que me hizo ignorar eventuales señales de advertencia. Mi única certeza en estos momentos es que, desde que se arrojó por el acantilado, no he vuelto a verla. No les extrañe que aún aguarde su regreso, sana y salva. Por lo que sé, las sombras sobreviven sin problemas a este tipo de accidentes, y no suelen tener éxito sus intentos de suicidio.

De composturas y desvergüenzas

Nos saludamos con toda formalidad, sin dejarnos llevar por la corriente cálida, hambrienta, que surgió entre nosotros con solo darnos la mano. Cada uno en su asiento, escuchamos la aburrida conferencia sin que una sola palabra anidara en nuestra mente, demasiado pendiente de la piel del otro, de su aroma, de su presentida tibieza. Y mientras nosotros seguíamos guardando la estéril compostura, nuestras sombras, sin inhibición alguna, hacían el amor desvergonzadamente. Imagen: El beso, de Gustav Klimt

Danzarines

Bailan en el centro de la pista, creyéndose amados por la vida. No le prestan atención, pero su sangre sabe que está ahí, vestido blanco salpicado de oro y falsa pedrería, rostro de porcelana sonriente, gesto amable que incita a seguir danzando. Y a olvidar que en la pista danzan también monstruos y fantasmas, inocentes y réprobos, solitarios y demonios. Obedientes, absortos, olvidan también que cada giro los acerca a la otra, su gemela, la de la oscura presencia y mirada compasiva. Esa que espera, paciente, al otro lado del ruedo, donde la música se apaga poco a poco... Imagen: "Danza de la vida", de Munch