martes, noviembre 06, 2007

NÉMESIS

Los hombres pensaron crear un monstruo para tenerlo a su servicio. Y así lo hicieron. Cuando desplegó sus alas llameantes se regocijaron, felicitándose por lo letal de su mordedura, lo mortal de su caricia. Luego, satisfechos, lo enjaularon. Nadie podría desafiarlos, ahora que tenían tanto poder a su servicio. Sin embargo, un día creyeron llegado el momento de usarlo. Porque allí estaban los enemigos, los insolentes, los peligrosos, los traidores. Otros hombres, en suma. Que también habían fabricado su propio monstruo. Otra fiera de alas ardientes y fauces abrasadoras. Entre gritos de amenaza y promesas de triunfo, ambas jaulas fueron abiertas. Los dragones parpadearon bajo el sol. Sus cuerpos brillaban con una luz siniestra y cegadora mientras salían, lentamente, de su encierro. Cuando abrieron las alas y alzaron vuelo, el corazón de los hombres diminutos se oscureció de súbito temor. Pero la arrogancia siguió hablándoles al oído, tranquilizándolos. Y aguardaron, con el aliento en suspenso, el resultado de la confrontación, cada bando seguro de su propio triunfo. Ajenos a todo, libres por fin, los monstruos se encontraron en lo alto, sobre las ciudades insignificantes, sobre el damero multicolor de los campos, bajo la espuma hirviente de las nubes. Y se descubrieron bellos, terribles, deslumbrantes. Las nubes ardieron, los campos amarillearon como hojas de otoño, las ciudades se volvieron de arena y humo, los hombres gritaron con una sola voz de espanto mientras eran borrados por vientos impiadosos. Los dragones, a su modo atroz, se amaron, olvidados de las criaturas que los habían engendrado, de la misión que les habían propuesto. En su duplicado abrazo de fuego toda vida fue aniquilada. Ahora, las cenizas del mundo les pertenecen. Juntos reinan, por siempre, sobre sus ruinas.

2 comentarios:

FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...

Olga: Todos tenemos un Némesis, creado por algo... así sea en los adentros que nadie conoce.

Reflexivo y apocalíptico

Saludos desde Colombia

Francisco

Olga A. de Linares dijo...

Gracias por tu comentario, Francisco, y tus saludos. Un abrazo