miércoles, junio 25, 2008

Extinción

Firmó la sentencia sin pensar en las consecuencias de un acto que, por repetido, ya le resultaba banal. El condenado, absorto en terminar su obra y aprovechar así el extravagante milagro concedido, tampoco lo hizo. Pero el 29 de marzo de 1939, a las nueve y dos minutos de la mañana, no solo dejó de existir Jaromir Hladik, sino también Rothe, los soldados, el sargento... hasta la abeja y la gota de lluvia, cuando Borges, el bibliotecario ciego, estampó la palabra final de su cuento.

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