miércoles, julio 02, 2008

BOOMERANG

Los miré pasar, inmóvil como una planta, maravillado por el orden aparente, la cruel eficiencia, su organizada crueldad. El jardín languideció bajo sus pasos, antenas pavonadas cuadriculaban el aire. No quise (o no supe) defender los pétalos ajusticiados, las semillas desarraigadas en la oscuridad, el verdor de las hierbas... Callado, observé el proceso atroz. Cerré los oídos al silencio que gritaba, cerré la boca. Solo miraba, vegetalmente sumiso y mudo. Hasta que el jardín fue una espinosa desolación (huesos insepultos, tierra arrasada, cielo sin alas). Y ya no hay qué mirar. Sólo quedamos ellos y yo. De tanto callar, ya no tengo voz. Y ellos... aún tienen hambre.

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