martes, agosto 05, 2008

DESVARÍO

Igual que Ulises, se hizo atar de modo que le fuera imposible entregarse al canto de las sirenas. Como él, luchó por zafar de sus ataduras mientras las voces dolorosamente bellas lo llamaban. Y él tampoco pudo lograrlo. Tal como la nave griega, también la suya se alejó, poco a poco, de aquél sonido sublime, hasta que solo fue un deseo anclado en la memoria. A diferencia de su insensible predecesor, vuelto a Itaca y a los pacientes brazos de Penélope, él, desesperado, vaga desde entonces por un vasto océano silencioso, buscando reencontrar aquella música.

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