martes, noviembre 11, 2008

STATUS

Estaba harto de la zafia compañía de tenedores y cucharas, siempre a gusto dentro la rutina doméstica. También de que lo usaran para cortar milanesas, proletarios asados de falda, mortadela, queso Mar del Plata. Se ofendía mortalmente si era empleado en ajustar tornillos y abrir sobres. Ni hablar cuando lo utilizaban para despegar barro o, peor aún, caca de perro, de las suelas familiares. Estamos convencidos de que sólo a él y a su mala influencia se debe que, una noche, la misma mano que a diario lo usaba para tantas infames tareas, lo promoviera a otra categoría. Finalmente, ha conseguido el renombre que deseaba. Ahora todos lo llaman “el arma del crimen”.

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